Un grupo de personas con discapacidad visual llegan a Santiago de Compostela
después de tres años haciendo el camino francés
Un grupo de personas ciegas o con discapacidad visual católicas han venido al Arzobispado para explicar su camino. Un camino lleno de tropiezos, de subidas y bajadas, de viento y de mucho calor. Un camino que para los ciegos católicos ha supuesto mucho esfuerzo, muchos momentos inolvidables y también estar más cerca de Dios. La fe ha sido el motor de su camino, el camino de Santiago.
3 años para llegar a Santiago
Los ciegos católicos hace tres años que hacen el camino francés en Santiago de Compostela. El año 2017 empezaron esta aventura Matías, Juanjo, Lluís, Enriqueta y Juan José, junto con otros compañeros. Personas ciegas y con dificultades visuales unidas en un camino común, la fe. Aquel mismo año recorrieron el camino desde San Jean Pied de Port hasta Santo Domingo de la Calzada. El 2018 siguieron el recorrido desde Santo Domingo hasta Astorga. Finalmente, llegaba el final del largo viaje este año 2019, con la parte de camino que faltaba: de Astorga hasta Santiago. “Lo primero que hice al llegar a la plaza del Obradoiro fue estirarme al suelo junto a la Concha” explicaba lo Matías.
Los católicos ciegos pertenecientes a los grupos de católicos de la ONCE, como son, la CECO, Ciegos Católicos o Mirada Solidaria. Unos grupos muy unidos entre ellos que se apoyan mutuo y organizan viajes tan significativos como el de este verano.
Un camino autofinanciado
El camino de Santiago fue totalmente financiado por ellos mismos. De hecho los ciegos católicos tienen un tesorero, José y un contable, Quique. Así, ellos son los que llevan todas las finanzas del grupo para que todos los números cuadren a la hora de emprender el viaje.
Para los ciegos católicos el más importante del camino son los compañeros de viaje, personas con las mismas circunstancias que se ayudan mutuamente, y la fe. Creer en Dios es lo que los ha empujado a hacer el camino y lo que les ha permitido aguantar hasta el final, aun con el cansancio y las frustraciones. La fe les ha hecho seguir adelante hasta llegar a poder besar al apóstol en la Catedral de Santiago de Compostela. Esta misma fe es la que les lanza a ir a Roma el año que viene con un único deseo: “poder conocer al papa Francisco”.